Las
cuencas de tus ojos
Nada
fue en el origen.
Todo
fue futuro.
Ella
sólo pudo palpar la esperanza.
Y
vendrá el invierno cuando tú no estés
agazapado
en los recuerdos
con
un ronroneo de mil gatos.
Después
me pedirás nuestra memoria
para
llevártela cosida a tu piel,
y
yo te olvidaré cada mañana
cuando
el día nazca detrás de las colinas de mis años.
Contaban
con la noche
en
el filo angosto de la acera de tu calle
cuando
pregunté por tu nombre.
Después
me paré ante ti con los brazos abiertos de par en par
y
como un terremoto
el
día nació en las cuencas de tus ojos
y
tu mirada se desparramó por mi cuerpo absorto.
Llegó
la noche a la calle de tu frente
como
un fugaz cometa
y
quedé tranquilo
cuando
el amanecer volvió tu rostro para decirme adiós.
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