jueves, 26 de junio de 2014


El día que se te fue la juventud

Por mirarte desde el otro lado de la quebrada
imagen de la despedida,
se tambalearon mis sienes
de lado a lado de mi sustancia.

Y agazapado, detrás de la espera,
he visto como empalaga la noche
tu piel en una muchedumbre de rocío negro.
Y con el engrudo de un adiós agrio
y rojo, se inhiesta en el abismo transparente
donde se refleja y chapotea como un caballo desbocado
en tu abandono.

Quise asumirme en redentor de tu carne
y me rodeé los pies de espuma
para que no sintieras los pasos
acercarse como cascabeles mudos.
Así tu adiós se perdió en la mirada desde el otro lado
de mi despedida.


miércoles, 25 de junio de 2014



Desde la barra del bar


Desde la barra del bar
he presenciado catástrofes, despojos del mundo,
mundo de materia sobrevalorada,
espíritus quebrados,
olas que traen trozos humanos,
ojos expectantes de rostros negros.


Entre trago y trago de cerveza agria
he contenido la sed en mi garganta
y el hambre en barrigas repletas de desesperación,
hasta de necedad,
de hartazgo de nada.


Desde el este lado del mundo opulento
donde la piedra fría es un simple obstáculo en el camino,
he escuchado el grito en la boca de la mina,
en el acantilado del alba desierta,
en la selva desarraigada de naturaleza,
en la puerta del comercio de seres,
de fábricas de neón,
de calles con griterío vociferante,
de avenidas…


Desposeídos del tiempo
viajan por la tierra empedrada de huesos
y arenas de playas ignotas.
Dormirán el sueño… el sueño que nunca recordaran.
Todo ha sido, también serán
titulares de un diario cualquiera,
de un cualquier día, de una cualquiera semana…


Y al final solo quedará la noticia 

en un titular de prensa.
Mares rotos

Te hablaría de los mares desgarrados
y de las montañas inhóspitas,
pero tus oídos están ciegos de palabras
y tu lengua muda de vocablos.

Tu buscas el presente y en él te desbocas.
El ahora está tendido a tus pies,
y lo necesitas como el pan al hambre.
Tus hijos como sombras  se te adhieren
y te encuentran sin buscarte
en esta tierra necesaria de vientres
sin rencor, callados hasta sangrar,
y necesitados de esperanza.

De ella te hablaría
y a ella correría para engancharme 
al último hálito de leche materna.
La mirada de un niño

Te diría que los olivos
limpiaron sus brazos
y su tez,
pero tengo la certeza
del que no quiere ver.

Te diría que las piedras
rajaron sus plantas,
pero tengo la incertidumbre
del que no tiene memoria.

Te diría que el río
se hundió en la tierra
contra su voluntad,
pero te mentiría
si estuviese convencido de mi afirmación,
por eso te diría,
que ni las piedras, que agrietan el alma,
ni el mismo río
donde habitan los dioses artificiales
tiene la conciencia de mis palabras,
ni la mirada de ese niño de la carretera
que un día me miró 
con la esperanza de que le comprendiera.

El telón del mundo

Tendido en la cuneta apartada
de un camino cualquiera,
de una niñez convertida
en vida ciega,
he presenciado la locura del mundo.

He trazado imaginariamente el telón ajironado
de la obra del hombre
y los jirones de su prestigio
se me han ido desgajando
en mis horas perdidas
por las rendijas de mis manos
y en las esperas obstinadas
he coleccionado agrias heridas.

En ese sur cadente
de suras y letanías,
de versículos penitentes
he esperado en vano a los elementos
de esta tierra aún inacabada,
donde el hombre pregona en silencio
la insensatez con mudas palabras.

En ese sur adverso
he visto los ojos más abiertos y desprotegidos,
profundos y negros como la negrura de la noche,
negrura inmensa y atrayente 
que no entiende de mentiras amontonadas,
de peligros ocultos,
de tiroteadas fachadas
ni de caminos muertos
ni de figuras marcadas
por el último disparo al otro lado de la frontera,
paisaje grabado en las fachadas
de cada casa sin puertas, ni tejados,
ni ventanas…

Telón agreste de paisajes que se dibujan
a pinceladas de gritos
y a golpes de amargura.
Son cuadros de humos que se forjan
en el cañón de una pistola
encintada a una mano dura.
¿Cuántos años de esperas, 
de adioses perdidos y de apreturas?




Juventud libanesa


El tiempo se dibujó
en cada pupila
como la profundidad ahogada
donde durmió la memoria
irritada del tiempo.

Sé que me conoces,
me has señalado
con la negrura de tus ojos,
con las yemas de tus dedos,
con la mirada perdida
y con el aire frío de tus imaginarios besos.

Al otro lado de la calle, estática,
con la mano extendida
y la expresión de un gran caballo negro
me has golpeado
con el relincho de tus gritos secos.   

Todo fue azabache,
cetrino, bello.
Con tus manos abiertas
me pediste el pan nuestro
y que la tarde no se fuera,
tampoco, el silencio.

Has perdido el dibujo
de ese universo
oscuro, dolorido
y despiadadamente adverso.   
Joven libanesa
¿Dónde está tierra 
de tus ancestros?.


Querer, quisiera


Querer, quisiera
quitarte la venda angosta de tus ojos,
la noche de tu vida
y despertarte al alba
la memoria de tus días.

Querer, quisiera
cubrirte con la palma de mis manos tus labios
para que no respiraras palabras rotas.

Querer, quisiera
que tu cuerpo fuera
la caja de resonancia de los días que te sueño
en los atardeceres de oriente.

Querer, quisiera
buscarte por los caminos libaneses
con lluvia, con lágrimas,
con olas, con vientos,
con mareas y tormentas.

Querer, quisiera
niña libanesa
darte la esperanza 
de esta tierra.

Una tumba en la blue line

Un hombre muerto
contempla a los vivos
disputar la vida.

Un hombre muerto
es espectador
de la tierra quebrada
por los oídos ciegos.

Un hombre muerto
se vuelve muerto
por no escuchar,
no contemplar
la mortaja
de un hombre vivo
en la esquina 
de una tierra muerta.

El libanés errante


¿Por qué hay silencios que gritan
con solo escucharles?
Te observo con la lengua muda
y las pupilas abiertas de par en par
y comprendo la profundidad de tus quejas.

¿Por qué caminas sin rumbo
por los senderos del mundo, tu mundo,
y no te mueves del horizonte
que has grabado entre ti y tu prójimo?
Abajo en la tierra quebrada por el río
y los caminos pedregosos,
trasiegos de idas y venidas.

Abajo en la hendidura de la piel
del libanés errante
se cruzan las palabras,
los olvidos y las espaldas
teñidas de siglos.

Abajo, en el recodo angosto
de la tierra vestida de racimos de muerte
contemplo los astros encendidos
de la niñez destruida.

Abajo, en ese sur cadente
de mudas melodías,
de suras porfiadas
que horadan las sienes de jácaras,
busco el rumbo del libanés errante, 
y al soñador de palabras.

martes, 24 de junio de 2014




Ojos negros de niñez

Me llaman con el corazón desprotegido.
Me gritan como un bosque talado.
Me suplican como una madre sin hijo.
Me adoran como un dios alado.

Frente tengo a esa tierra
saciada de odios,
desprovista de ternura,
a un lado las lágrimas secas
y al otro, gargantas mudas.

Oigo tu llamada,
escucho tu silencio
y atiendo a tu llanto callado del alba.  
Y así me miras con ojos negros,
negrura inmensa que me observas,
negrura que me humanizas,
negrura que mi sangre bebas.

Ojos de niñez eterna,
ojos de madre acogedora,
ojos de tierra adentro
que cabalgas por mi memoria.
Tú no entiendes de consejos,
de peligros ocultos,
de mentiras guardadas,
de desiertos al otro lado de la montaña.
Tú solo me miras 
con necesidad humana.


A este lado del mundo


La tarde llegó desnuda de imágenes cercanas
y el horizonte cubrió la inmediatez de las horas
galopando sobre caballos inciertos y desbocados.

Desde este lado de la loma de la tierra,
tendido entre dos abismos
han sufrido tardes rojas,
han soñado mañanas limpias
y han vegetado vidas rotas.

En este lado del mundo,
mudo mi carácter,
acomodo mi traje viejo,
busco mi imagen en el pueblo
y en ese reflejo de la calle
solo encuentro un débil fotografía
y un lejano destello 
de lo que han venido a contarme


los niños, las mujeres, los hombres y los viejos.

lunes, 23 de junio de 2014



En el vientre de Hércules

Pasajeros del otro mundo de los días que no tienen memoria.
Pasajeros de vuestros anhelos de propios
camináis donde sí definen esa línea 
de los dioses inciertos.
Pasajeros de vuestra misma historia,
mirad el atardecer
y conoceréis el origen de todas las cosas.

Apostareis a ser monstruo de humanidad,
en un inmenso lecho de espuma blanca,
entre nubes suspendidas,
que dirige sus férreas alas
hacia el otro costado del mundo,
hacia su otra mejilla ajada.

Donde la niñez quebrantada
interrogacon grandes sus ojos negros
y se aferra a la madre de escuálidos pechos
y de esperanzas corrompidas.
Donde la tierra pétrea dibuja senderos viejos  
y viejos pensamientos torcidos,
viejas historias,
viejas religiones,
y viejos hombres temidos.

Caminareis con los sentidos de par en par,
conn las manos abiertas
y encontrareis a Caín
y a la mujer de Adán,
y a epidermis agrietadas,
y a serpientes sin colmillos,
y a lenguas bífidas sin venenos, 
y a hombres sin esperanzas.