Juventud libanesa
El tiempo se dibujó
en cada pupila
como la profundidad
ahogada
donde durmió la
memoria
irritada del
tiempo.
Sé que me conoces,
me has señalado
con la negrura de
tus ojos,
con las yemas de
tus dedos,
con la mirada
perdida
y con el aire frío
de tus imaginarios besos.
Al otro lado de la
calle, estática,
con la mano
extendida
y la expresión de
un gran caballo negro
me has golpeado
con el relincho de
tus gritos secos.
Todo fue azabache,
cetrino, bello.
Con tus manos
abiertas
me pediste el pan
nuestro
y que la tarde no
se fuera,
tampoco, el
silencio.
Has perdido el
dibujo
de ese universo
oscuro, dolorido
y despiadadamente
adverso.
Joven libanesa
¿Dónde está tierra
de tus ancestros?.
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